La maximización de la utilidad es una proposición que no puede confirmarse ni refutarse. Por un lado, la "utilidad" ni siquiera existe como entidad; es una mera construcción conceptual. Por otro, la "maximización" como motivación es intrínsecamente inobservable. Incluso los economistas del comportamiento, que son expertos en encontrar las llamadas "anomalías" empíricas -comportamientos que aparentemente contradicen las predicciones económicas- hablan de "racionalizar" esos comportamientos anómalos ideando modelos en los que las anomalías son resultados de algún proceso de maximización. Véase, por ejemplo, Revisión de Thaler de la literatura sobre los juegos de ultimátum/dictador del que fue pionero.
Lo que nos dicen los resultados experimentales de los juegos de ultimátum/dictador (y de confianza) es simplemente que la gente no es maximizadora de ingresos. Sin embargo, no es válido concluir que las personas no buscan maximizar algún otro criterio u objetivo, que puede o no formar parte de lo que los economistas llaman "utilidad".
Como economistas, entendemos que las medidas específicas que utilizamos para la utilidad, como la renta, la satisfacción o el egoísmo, se adoptan por conveniencia analítica para el problema en cuestión, no porque creamos seriamente que esas medidas reflejan la naturaleza humana en algún sentido filosófico profundo.
En cierto modo, no es de extrañar que ningún economista, famoso o no, declare que la maximización de la utilidad es "errónea", ya que hacerlo requeriría primero una definición precisa de lo que es la "utilidad". Esa definición, a pesar de casi doscientos años de esfuerzo intelectual, sigue siendo frustrantemente esquiva.