La representación tradicional de un mercado, con las curvas de la oferta y la demanda, refleja las transacciones potenciales: para cada precio, podemos deducir la cantidad que se ofrecería o pediría. Las transacciones reales sólo se producen al precio del mercado, pero ignorar todas las demás intenciones es demasiado restrictivo para definir un mercado.
Por ejemplo, las bolsas de valores suelen dar la posibilidad a los agentes de expresar sus intenciones (es decir, la cantidad que ofrecerían o comprarían por un determinado precio) sobre un valor concreto, lo que formará la oferta (bid) y la demanda (ask). Incluso si la oferta y la demanda no llegan a coincidir, sigue existiendo un mercado, ya que la gente está dispuesta a intercambiar bienes, aunque no encuentre un compromiso aceptable.