De hecho, muchas de las condiciones de marginalidad no pueden utilizarse directamente en presencia de niveles de elección discretos, o de costes fijos de ajuste. Hay muchas: número de hijos, trabajar o dejar de trabajar, número de coches, pagar el coste fijo de ajuste del capital, consumir o vender bienes duraderos, número de horas trabajadas, trabajadores contratados, unidades producidas, viajes de entrega, etc.
Las condiciones marginales son una aproximación a la realidad. Los economistas sostienen que, en el caso de una planta que contrata a 1.000 trabajadores, podemos considerar que la decisión de contratar a 1.001 trabajadores es la mejor manera de añadir un valor marginal a la mano de obra.
Hay una gran cantidad de estudios sobre estos temas: La convexidad K de Scarf y las políticas de reposición de inventarios S-s, los Costos Fijos de Ajuste de Capital de Caballero y Engel, etc.
Un libro que intenta unificar algunas de estas ideas es "La economía de la inacción".
Desde el punto de vista de la programación dinámica, hay dos intuiciones útiles que pueden ayudar: a) en presencia de costes fijos, la función de política de la empresa es discontinua y la función de valor es continua y convexa, pero no suave; b) los problemas con costes fijos se dividen mejor en dos: ¿actúo? Si actúo, ¿a dónde voy?
Los estudios empíricos utilizan esta última intuición para argumentar que si se quiere estudiar las decisiones de inversión de capital marginalmente óptimas, hay que fijarse en las situaciones en las que las empresas han decidido ajustar su nivel de capital. Es de suponer que, tras pagar el coste fijo de actuar, las empresas elegirán una política marginalmente óptima.
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No es una pregunta clara. Las inversiones de capital en maquinaria, edificios, etc. son costes irrecuperables, por lo que no se tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones al margen. Por definición, los costes a fondo perdido se producen independientemente de lo que se haga.