En general, la eficiencia significa que el artículo que se intercambia debe entregarse a la parte que más lo valora.
En un mercado competitivo, esto significa que el comercio debe continuar mientras el valor de un consumidor de un bien, captado por la curva de demanda, sea mayor que el valor de un vendedor de ese bien, captado por la curva de oferta.
En un monopolio, el valor del vendedor queda recogido por su curva de coste marginal. Pero como el precio es mayor que el coste marginal en equilibrio, las unidades para las que el valor del consumidor es mayor que el CM pero menor que el precio de equilibrio no se comercializan. Por lo tanto, hay ineficiencia: esas unidades del bien no están en manos de la parte (es decir, los consumidores) que más las valora. La historia del monopsonio es similar.
En un escenario de comercio bilateral con un vendedor y un comprador, debemos analizar dos casos. En el primer caso, los valores de los comerciantes son de dominio público. En este caso se puede alcanzar la eficiencia, aunque el precio depende del poder de negociación relativo de las dos partes. En el segundo caso, supongamos que ninguno de los dos comerciantes conoce el valor de la otra parte, pero sí saben que las ganancias del comercio son posibles pero no seguras. Entonces el Teorema de Myerson-Satterthwaite nos dice que ningún mecanismo de comercio bilateral que sea individualmente racional y compatible con los incentivos puede garantizar la eficiencia en el sentido ex post; es decir, la parte con un valor más bajo para el bien que se intercambia puede terminar teniendo el bien.