Los descuentos suelen reflejar los pagos a los minoristas o los incentivos para que éstos compren determinadas cantidades de artículos. Hay muchas razones para ofrecer descuentos, algunas de las cuales pueden no ser obvias. Productos como los cereales para el desayuno tienen fluctuaciones en la demanda, pero los elevados costes fijos de fabricación y el largo ciclo de ventas dificultan el cambio de producción. Así que el fabricante ofrece a los supermercados una oferta en pleno verano, cuando los niños no van al colegio, para que compren un montón de cereales. Este tipo de descuentos son incentivos para la oferta.
Otros descuentos se realizan a nivel de los minoristas para generar efectivo, atraer clientes (líder de pérdidas) o liquidar el inventario antiguo. Si un supermercado tiene demasiado pollo perecedero a mano, rebajará el precio. Incluso si pierden dinero, es mejor tener algo de dinero que un pollo estropeado que hay que pagar para que lo lleven al vertedero.
Una rebaja está ahí para estimular la demanda, sin afectar al canal de ventas. Una rebaja ofrece al consumidor sensible al precio un incentivo para comprar productos que normalmente no compraría. Un fabricante de ordenadores puede ofrecer una rebaja si se compra una impresora con un ordenador. Una empresa cervecera puede ofrecer una rebaja si se compran galletas saladas, perritos calientes y una caja más grande de cerveza.
A los fabricantes les gustan las rebajas porque "ayudan" a los consumidores sensibles al precio, pero la gente que no es sensible al precio o a la que le resulta pesado rellenar un formulario no obtiene el descuento. También reducen las devoluciones, que son un gran problema, sobre todo en el caso de los productos vendidos en tiendas de descuento con políticas de devolución de 90 días.