El principio de la oferta frente a la demanda establece que los precios aumentan cuando la oferta disminuye o la demanda aumenta. El robo reduce la oferta de artículos vendibles, por lo que implica que el precio debe aumentar para reflejarlo.
Sin embargo, puede haber efectos de retroalimentación que impidan que esto continúe sin control. Supongamos que el motivo del robo es que el precio es demasiado alto para que muchas personas puedan pagarlo, pero siguen necesitando el artículo (por ejemplo, productos de primera necesidad como alimentos y agua). Aumentar el precio no hará más que agravar este problema, provocando más robo. En teoría, la competencia debería solucionar este problema: si el vendedor A cobra demasiado, el vendedor B puede cobrar menos y la gente comprará a B en lugar de robar a A. Pero si el vendedor tiene un monopolio, debe fijar un precio que le permita obtener un beneficio razonable sin fomentar el robo.
En general, los vendedores prevén algunos robos y los incorporan a sus modelos de precios, pero si los robos aumentan significativamente puede que tengan que ajustar sus precios. También estaría bien que la reducción de los robos se tradujera en una bajada de precios, pero es probable que las empresas lo consideren simplemente como una feliz ganancia y lo utilicen para aumentar sus beneficios. Además, es posible que sólo se trate de un descenso temporal; si reducen los precios y luego los robos vuelven a su nivel original, tendrían que volver a aumentar los precios, y los clientes lo verían de forma negativa.